Tres de la tarde de un domingo en la calurosa ciudad de México. Los automóviles que se desplazan por el Eje Central quedaron atascados en medio de un gran embotellamiento. A pocos metros del semáforo, bajo la glorieta de entrada a la Plaza Garibaldi, entre bocinazos y letanías, los mariachis se acomodan a la espera de espectadores que a cambio de unos dólares soliciten sus servicios de juglares. Finalmente, se acerca una pareja de turistas norteamericanos y ellos, como soldados que preparan su armamento para ir a la guerra, levantan las trompetas, acomodan sus guitarras, posan sus violines en el hombro y con toda su gracia, dan rienda suelta a los acordes de una clásica ranchera.
Imágenes como éstas suceden a diario en la Plaza Garibaldi, y es lo que hace que turistas y viajeros de todo el mundo la elijan como uno de los sitios más emblemáticos para descubrir una parte importante de la cultura mexicana.
LOS MARIACHIS: UN FENÓMENO DE DUDOSO ORIGEN
Respecto del origen de los mariachis mucho se ha dicho y discutido desde su aparición en la ciudad de México. Mientras que algunos aseguran que el verdadero germen musical de estos cantantes ya se veía en algunos músicos de la ciudad imperial de Tenochtitlán (que utilizaban sus cantos en las ceremonias rituales y en las libaciones), otros aseguran que el origen es muy posterior, y que surgieron en Jalisco a finales del siglo pasado. Quienes sostienen esta última teoría, además, atribuyen que el nombre “mariachi” fue dado por los franceses como deformación de la palabra “marrriage” (que significa Boda, casamiento) ya que para fines del siglo XIX y principios del XX, muchos eran los franceses que habitaban en Jalisco y que los habrían bautizado así ya que estos cantantes demostraban su arte en las festividades religiosas como casamientos, bautismos o funerales.
En sus comienzos (desde mucho antes de la conquista), en el recinto que actualmente ocupa la plaza, estaba edificado el poblado de Texcatzoncatl y en él, funcionaba uno de los mayores mercados de baratijas que había por entonces. Con los años, el mercado se extinguió pero el pueblo siguió su marcha y evolución. Para mediados del siglo XIX, los pobladores de la zona bautizaron a la plaza como Plaza de Santa Cecilia (en homenaje a la santa de la música) sin saber que con ese nombre estaban predestinándole la identidad que tendría el lugar en tiempos futuros.
Así es como, en 1920, la plaza tuvo su primer contacto con la música y le llegó de la mano de Cirilo Marmolejo (un coculense avocado a las cuestiones artísticas) quien decidió traer de Jalisco el primer grupo de mariachis para que toda la ciudad de México pudiera conocerlos y disfrutar de su arte. Cuenta la historia que el grupo obtuvo tanto éxito, que el alcalde de la ciudad quiso premiarlos, brindándoles la posibilidad de que eligieran el lugar donde les gustaría llevar a cabo su arte y que ellos, sin dudarlo, eligieron la Plaza de Santa Cecilia.
Un año más tarde, la plaza cambió su nombre por Plaza Garibaldi, ya que por entonces se cumplió el primer centenario de la consumación de la independencia del país y decidieron rebautizarla, para homenajear al Teniente Garibaldi (figura emblemática del proceso independentista, enrolado en las filas de Francisco Madero y nieto del patriota italiano Giuseppe Garibaldi).
Hoy, la plaza se ha transformado en un gran santuario de la cultura ranchera. En ella se encuentran las esculturas de los más grandes cantantes y artistas mexicanos de todos los tiempos que alguna vez han estado emparentados con los mariachis (Javier Solís, Jorge Negrete, María Félix) y hasta guardan una especialmente dedicada a la memoria de Cirilo Marmolejo, padre del fenómeno musical.
Lo más recomendable para conocerla en profundidad es llegar allí cerca del mediodía (evitar ir sábados y domingos ya que suele estar atestada de público) y arrancar con un desayuno típico en algunas de las cantinas y bares que pueblan el predio. Sin lugar a dudas, el mejor punto para comenzar una recorrida es el espacio de las estatuas que homenajea a los grandes de la música y desde allí, pasear por algunas de la vecindades donde habitan los mariachis, ya que esto brindará una idea acabada de la forma en que viven estos artistas, quienes pese a hacer lo que más placer les da, en muchas oportunidades deben sufrir las inclemencias económicas de una profesión irregular.
Si bien cualquier momento es bueno para descubrir Garibaldi, no hay dudas de que el día en que mejor se puede apreciar el fenómeno mariachi es el 22 de noviembre, (día de Santa Cecilia, patrona de la música) ya que festejan especialmente el día de su protectora, y durante toda una jornada, interpretan serenatas, rancheras y boleros como agradecimiento por haber recibido el don de la música. Además, de la pequeña parroquia del barrio, sacan la imagen del niño Jesús y la visten con ropas de charro como símbolo de la gran fe que le profesan.
Por todo esto no deberías dejar de incluir una visita a este templo de la música mariachi, el que sobrevive a lo largo de la historia y se mantiene como uno de los grandes bastiones de la cultura mexicana.