04 Jan
04Jan

El aspecto humano de las ciudades muchas veces dice más que lo que sus geografías exhiben. Siempre que llego a una ciudad me convierto en un gran observador del elemento humano. Observo cómo se dirigen al trabajo por la mañana, cómo desayunan en los bares, cómo transitan las calles, cómo se tratan entre ellos, y de esa forma suelo elaborar algún tipo de conclusión que me dé la noción - lo más certera posible- de cómo es el ser nacional de ese lugar que estoy visitando.

En Varsovia me sucedió algo extraño. A medida que pasaban los días e iba descubriendo la esencia de ese ser nativo cada vez se acentuaba más en mí la idea de que eran gente con empuje, con todas las ganas de entrar en un futuro que hasta ahora se les había presentado como vedado pero, a la vez, no podía evitar esa sensación de que eran poseedores de una profunda tristeza y un importante apego  a los que fueron los oscuros años de la invasión y el posterior exterminio de buena parte de la población.

En este ensayo intenté fotografiar algunos de esos personajes que a diario deambulan por la ciudad. Algunos transeúntes de la zona nueva y otros de los espacios recargados de historia, en cada uno de ellos puede advertirse una parte de ese ser polaco que ha logrado sobrevivir como los héroes de la mitología griega y reinventarse de las cenizas como el ave fénix.

La pareja y el mendigo: 7.00 am de un día de abril en la Avenida Marszalkowska. Ambos aguardan el semáforo para cruzar la acera. En la zona se ve el avance del capitalismo a través de las publicidades que incitan a consumir los seductores productos del mundo occidental. 

Madre y su niña pasean por Stare Miasto: la mujer le acababa de comprar un copo de azúcar a su pequeña hija en la zona cercana a la Plaza del Ayuntamiento. A metros de esta escena se encuentran los sitios históricos más emblemáticos e la ciudad y lo que antes fuera el Guetto de Varsovia.  

El vendedor de globos de Stare Miasto. Este colorido y pintoresco personaje contrasta con los paredones bombardeados durante el avance de los nazis el 9 de setiembre de 1939. En ellos podría decirse que quedó inaugurada la Segunda Guerra Mundial. 

El fetichista del Palacio de Varsovia. Este hombre tenía una manía por tocar cada uno de los objetos de la colección. En varias oportunidades fue alertado por los miembros de seguridad de que si seguía intentando tocar las obras de arte iba a ser expulsado del lugar. En el momento en que lo fotografié estaba espiando al guarda del museo para ver si se había mudado a otra sala y así poder cometer su acto de fetichismo artístico. 

La Muerte ronda la ciudad vieja. Caminando por las cercanías al Castillo de Varsovia y cerca de la Columna Zygmunta me encontré con esta personificación de la muerte. La lata en forma de corazón colocada para recibir monedas hizo que la imagen se transformara en un oxímoron y así lo siniestro devino en tierno y simpático. 

El psíquico tibetano. Este hombre decía que sólo con control mental podía soportar los diez grados bajo cero que esa mañana hacía en la zona vieja de Varsovia. Estuvo en esa posición poco más de dos horas y fué aplaudido por los turistas que, abrigados como si estuvieran en Siberia, reconocieron sus dotes psíquicas y paranormales. 

La camarera del Zapiécek: si pudiera elegir una foto elíptica ésta sería mi favorita. Luego de solicitarle la cuenta por aquello que había consumido, la joven varsoviana se dirigió hacia la caja y allí quedó oculta tras la ventana que daba a la cocina. El efecto de mujer sin cabeza le dió un aspecto tan surrealista que no pude más que encuadrar y efectuar el disparo. 

Entre los muertos: hace unos años History Channel realizó una serie de spots publicitarios para difundir la cadena a nivel mundial. En ellos mostraban a personas ubicadas en sitios históricos en la actualidad pero atravesados por los fantasmas del pasado. Así podía verse a una pareja de novios disfrutando del sol de las playas de Normandía, a la vez que en blanco y negro, los fantasmas de los soldados que alguna vez hicieron el famoso desembarco corrían entre ellos rememorando aquel hito histórico. Esta zona definitivamente debería haber formado parte de algunos de esos spots, ya que allí funcionó el mayor ghetto judío de Europa central. (la foto que sigue podría haber sido de otro spot para la misma campaña) 

Los paseantes del Barbacan: el espacio más emblemático de la Ciudad Vieja de Varsovia es uno de los pasos obligados en la rutina diaria. Pese a ello, jamás deja de ser un lugar propicio para descansar del ajetreo que implica caminar la ciudad a diario o bien para disfrutar de una verdadera postal urbana.

El viejo y el horizonte: testigo de un pasado imposible de olvidar, este anciano sentado en un banco de Stare Miasto se me presentó como una de las mejores metáforas de lo que es la ciudad hoy. Con un importante bagaje histórico sobre sus espaldas está obligado a mirar hacia adelante, hacia un futuro que es incierto pero que se presenta como promisorio y desconocido. 

Hoy como ayer: la ciudad de Varsovia guarda y cuida su fisonomía hasta el más cuidado detalle. El tiempo pasa, las personas se renuevan, pero ella continúa exhibiendo su clacisismo y aire imperial que alguna vez tuvo y que no pudieron quitarle los tiranos pese a haberlo intentado en reiteradas ocasiones. 

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