01 Jun
01Jun

La visita que siguió a la del museo, sin estar planteada de esa forma, también resultó histórica. Cuando la camioneta en la que íbamos comenzó a introducirse en casco de la Estancia La Loma, advertí que el techo de chapa a dos aguas que se erguía entre la arboleda le iba a dar al lugar un aire pintoresco y cargado de la memoria de tiempos pasados. Al llegar fuimos recibidos por Miguel Dufaur, el nieto del hombre que ideó el famoso Hotel de Madera y nos contó que esa estancia había sido el lugar de residencia de su abuelo. Cien años pasaron ya y aún se mantiene en perfectas condiciones, incluso, al parecer, en la casa principal (la de la foto) aún están dadas todas las condiciones para poder habitarla si alguien se decide a hacerlo.

Pero lo que hace inolvidable a la estancia no es sólo la casa de estilo danés en la que vivieron los Dufaur sino  el medio que la rodea. A escasos cien metros de la vivienda y, luego de caminar entre un mullido follaje, uno  queda en medio de un espacio boscoso, recargado de especies arbóreas traídas de otros sitios de la zona pampeana y que, dadas las diferentes formas, colores y texturas otorgan la idea de estar dentro de una  verdadera pintura impresionista (razón por la cual es un sitio más que interesante para tomar fotografías).

A medida que nos fuimos alejando de la casa negra de estilo danés comenzaron a aparecer algunas construcciones llamativas e incluso casas (digo casas respecto de la fachada exterior ya que en su interior se guardan elementos de campo, herramientas y todo aquello para mantener a los caballos que andan sueltos dentro del amplio perímetro de la estancia).

Luego de una larga caminata llegó la hora del asado. Allí compartimos la mesa con el Secretario de Turismo (quien amablemente nos acompañó a varios de los sitios que visitamos), Ángeles (de las cabañas El Secreto), Miguel (nieto de los Dufaur), Hugo (dueño del Restaurante "Doña Pasta") y Christian Larsen, quien a los pocos minutos de estar compartiendo el asado se alzó como "el historiador" del grupo (dado que es so brino de Leif Larsen, pescador de raza y uno de los personajes más emblemático de Monte Hermoso) y que con su gracia y peculiar forma de contar el pasado nos brindó, además de muchísima información, las ganas de volver cuando el verano haga de la zona un espacio totalmente distinto. 

Finalizado el increíble asado (algún día algún blogger experto en gatronomía o en vida campestre tendría que hacer un posteo acerca de por qué en el campo los asados son tan distintos a los que se comen en la ciudad) llegó el momento de la cabalgata. Dejamos el casco de la estancia y nos fuimos hacia otra parte del perímetro en la cual pasamos un buen rato observando como los arrieros traían a los caballos que estaban ocultos entre los árboles y que venían hacia nosotros como filmados con una cámara lenta.

La cabalgata fue algo extensa (sobre todo para mí que era la primera vez que me subía a un caballo y - agradezco a los compañeros de travesía que me enseñaron la diferencia entre trote, galope y como mantener el equilibrio para no morir en el intento). El recorrido que hicimos fue desde el casco de la estancia hasta la Laguna Sauce Grande (un espacio muy tranquilo al que los lugareños suelen ir a pescar o bien a pasar el día)

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