21 Jul
21Jul

Desde mucho antes de que bajo el gobierno de Cristina de Kirchner se aprobara la Ley de Matrimonio igualitario, paradójicamente, Buenos Aires ya era una ciudad a la que todos catalogaban como gayfriendly. Lo cierto es que luego de la sanción de la ley comenzó un proceso de características similares al que se vivió allá por los años ochenta, cuando luego de la dictadura y con el calorcito del destape muchos temas que antes habían sido tabú comenzaban a ser expuestos, promoviendo una lenta aunque clara apertura en el pensamiento de la población argentina.

Así es como a un año de la sanción de la histórica norma – y con una pequeña pero interesante lista de títulos publicados que tratan sobre diversidad sexual – el escritor Julían Gorodischer y el fotógrafo Sebastián Freyre sacan a la luz La Ciudad y el deseo, un libro que se presenta como una guía gay de Buenos Aires pero con algo más.

Si hubiera que atenerse a una clasificación de géneros para encasillar a esta pieza, no sería una tarea para nada sencilla (o al menos habría que pensarla un poco). Y el dilema surge por que si bien el libro en su tapa especifica que se trata de una guía gay, cuando se comienzan a leer sus párrafos, aparecen notoriamente una estructura literaria concreta y el uso de elementos paratextuales que nos hacen caer en la cuenta de que estamos en presencia de otra cosa, de algo más ambicioso que un mero direccionario de esos que se ofrecen en los kioscos de revistas a los que acceden los turistas ocasionales en búsqueda de diversión.

Para mostrar los espacios de la ciudad en los que la vida o el modo de ser gay pueden vivirse con total libertad, el autor se vale de dos personajes: uno, quien relata la historia en primera persona ( que traza y define el hilo conductor) y el otro, Gerardo, su pareja, amigo y amante, compañero de ruta, con quien vive una especie de road-movie en la cual se pasean de un modo veloz por los diferentes rincones de la ciudad a través de la ventanilla de un auto imaginario que supone la lectura del libro.

Cada capítulo está dedicado a un barrio o una zona de la ciudad y bajo la forma de episodio o microrrelato, en ellos se suceden las vivencias de los personajes que abarcan descripciones que van desde el goce casi pagano hasta la enumeración de los rincones subterráneos que funcionan como verdaderos templos del placer, pasando por la excitante seducción que provocan los levantes callejeros, la promiscuidad como elección personal y las descripciones de un sinfín de noches alegres con sus correspondientes e inevitables mañanas tristes.

Así es como con una variedad de elementos ficcionales, datos verídicos y un modo novedoso a la hora de exponer la información (ya que rompe con el molde tradicional de las guías temáticas de turismo) el autor logra una pieza extraña, difícil de clasificar pero no por eso menos interesante. Pero si bien en el sentido literario el libro logra una unidad como relato, es con la intervención de las fotografías de Sebastián Freyre donde el trabajo pierde coherencia y produce en el lector cierto ruido que termina atentando contra el espíritu mismo de la obra.

La trayectoria y la calidad artística de Freyre es de más conocida (eso no está en discusión) pero en este caso, lejos de acompañar e ilustrar el texto, sus fotografías aparecen como un elemento inconexo que no logra amalgamarse con la historia, y que sí adquieren un sentido más que interesante cuando se las extrae como elemento aislado y se las analiza individualmente. (De hecho muchas de ellas son muy buenas, excelentes, aunque otras aparecen demasiado forzadas o claramente montadas para la situación que se quiere retratar).

Sin lugar a dudas esa desconexión entre texto y fotografía (sumado a lo desabrido y obvio de algunos relatos) sea uno de los puntos que hacen flaquear la obra y que la alejan del lugar que tan merecidamente podría haber ocupado, teniendo en cuenta lo innovadora de la idea para presentar una guía de la ciudad más gay de Latinoamérica o por la subyacente presencia de relatos queer, los cuales transcurren en la ciudad y que se valen de ella más como telón de fondo que como sitio para recomendar.

Por todo ello, La Ciudad y el deseo se desvanece en el intento de amalgamar diferentes géneros (la crónica, el microcuento, la fotografía, algunos toques de pastiche melodramático) y crear de ese modo con ellos una unidad textual coherente que responda al objetivo propuesto por sus autores. Es una pena que el producto final se quede a mitad de camino, sin poder homogeneizar de forma clara ninguno de ellos, dado que por su prosa y su forma narrativa no puede ser tomado como una guía de temática queer pero tampoco como una novela, para la cual le falta y mucho.

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.